Cerrar grietas en el legado de la juventud

La adolescencia es una etapa en la que pasamos de ser niños a ser adultos. Está llena de cambios y desarrollo constante, en la que buscamos aceptación por parte de todo el mundo.
Ser adolescente puede ser difícil, entonces solemos aferrarnos a ciertas personas, a las que llamamos ídolos, de las cuales basamos nuestra conducta y nuestro actuar frente a las adversidades que se nos presentan en esta etapa.
Nuestros ídolos, que pueden ser famosos, cantantes, políticos, actores, influencers, etc, son los que nos influencian y forman nuestro carácter para cuando seamos adultos.
Algunos se preguntarán: ¿Por qué los adolescentes imitan?
A mi parecer, se podría decir que los adolescentes somos como unas esponjas dentro de un mundo lleno de pensamientos, creencias y costumbres, y que durante esta etapa previa a la adultez vamos absorbiendo todo lo que nuestro entorno nos brinda, ya sean cosas buenas o malas.
Con todo esto que vamos absorbiendo, vamos formando nuestra personalidad y nuestro carácter, por lo que es una etapa muy importante para las personas, ya que, según el estímulo y la influencia que reciban pueden dar resultados muy diferentes.
Pero ¿Está mal imitar? En sí me parece que la idea de imitar no es mala, ya que todos lo hacemos en algún momento. Pero el problema con la imitación puede surgir del modelo que se elige para copiar.
En esto se nota la diferencia entre un adulto y un adolescente. Por ejemplo, cuando un adulto elige imitar, este tiene un criterio suficiente como para elegir un modelo digno y bueno. Pero cuando es un adolescente el que elige, cuya personalidad está aún sin formar y que tiene menos recursos para evaluar lo que está bien y lo que está mal, puede ocurrir que elija un mal modelo para imitar.
Y como si esto no fuera poco, en un acto de deshumanizar a nuestros ídolos, los glorificamos y ponemos en un pedestal, sacando la idea de que ellos también son humanos y como cualquier humano puede cometer errores o simplemente estar equivocado en lo que afirma.
Entonces a esto yo me pregunto: ¿Cuándo adoramos e imitamos a alguien nos preguntamos si lo que dice está mal o es incorrecto? ¿O simplemente cegamos nuestro juicio porque esa persona es nuestro ídolo? Esto podría responderse con lo que dije anteriormente, ya que al glorificarlos los convertimos en seres divinos que no realizan actos malos y los eximimos de culpa. Esos ídolos de barro que se construyen en base a la crítica del que piensa diferente, no tienen base sólida y se desmoronan rápidamente, pero aun así cumplen el propósito de influenciar a su público (mayoritariamente jóvenes) y ayudar a construir su personalidad.
Cuando los jóvenes solo replican lo que dicen y hacen sus ídolos, sin importarle si esas cosas están bien o mal, esto se vuelve en un gran problema.
Por esta razón me parece que, aunque los adolescentes sigan imitando a quienes admiran, algo que aunque intentemos erradicar es inevitable que pase, hay que poner foco en la importancia de que ellos cuenten con buenos modelos para imitar. Y de este modo, se podría ir cerrando la grieta entre estos dos conflictos