La educación en tiempos de Coronavirus
Los actores sociales del sistema no tienen certezas sobre el futuro inmediato. Ponen en discusión las medidas tomadas por el actual gobierno pero no se tiene en cuenta el arrastre que acumula este siempre olvidado sector.
Un primer balance así lo indica: existe un enorme contraste entre nuestros alumnos, con respecto a la tecnología. La falta de clases presenciales extiende la brecha entre quienes tienen acceso a la conectividad y quiénes no.
El Estado argentino puso en marcha un dispositivo para sostener la continuidad pedagógica en estos tiempos de aislamiento social y obligatorio. El plan “Seguimos educando” contempla una plataforma con material didáctico para los diferentes niveles educativos. Pero queda muy claro que el conurbano bonaerense se caracteriza por su diversidad, por eso queda confirmada que la llegada de este programa es dispar entre los alumnos y la interacción con sus docentes se ve dificultada.
Frente a este momento histórico excepcional, salen a la luz los contrastes sociales, que acrecientan la brecha entre las clases sociales de los más pudientes y los pobres. Si pudiésemos definir e desarrollo desigual, voy a recalcar que un porcentaje muy pequeño de personas poseen el 70% de la riqueza mundial. Ahora bien, teniendo en cuenta posiblemente dentro de un tiempo el análisis podemos tener un panorama más claro de lo que esta pandemia nos deja a la humanidad entera por ejemplo: sistemas de salud colapsados, presupuestos sanitarios recortados, trabajo precario, ministerios de salud eliminados, economías precarias o economías para unos pocos, sistemas educativos totalmente precarizados y sin presupuesto, es nuestra responsabilidad realizar un diagnostico certero visible de países en vías de desarrollo, como el nuestro.
En nuestro país estas diferencias se profundizan a tan solo 10 kilómetros de la Casa Rosada. Es allí donde las familias más pobres, más castigadas, con menor acceso a la distribución de la riqueza deben sortear entre comer y cargar crédito a un celular para que los/as jóvenes accedan a las tareas básicas que le proponemos los docentes en época de cuarentena. En esta situación es donde todos debemos interpelarnos si las políticas educativas en los diferentes gobiernos fueron efectivas. Particularmente creo que no todas fueron útiles para la población.
Durante los 10 años de gobierno kirchnerista se trató de tener una llegada acorde a los tiempos tecnológicos que corrían, pero no fue suficiente.: Las netbook distribuidas fueron un paliativo para la integración de conocimientos tecnológicos. El objetivo era alfabetizar en tecnología de la información y de la comunicación (TIC) desarrollándose programas con contenidos digitales utilizables en distintas propuestas didácticas. La idea era achicar la brecha digital. El programa “conectar igualdad” entrego más de 5 millones de netbook en todo el país, años después ,en el 2016 el dólar no paraba de subir, el nuevo gobierno dictaba la defunción de “conectar igualdad” y dejaba a más de 800000 chicos sin sus netbook, basándose en el resultado dudoso de las pruebas Aprender. El nuevo plan era lanzar un nuevo programa “Aprender conectados” se redujo a una mera entrega de equipamiento pero había dejado de ser suficiente porque no se abordaban contenidos específicos y no había sustento de una orientación pedagógica, aunque el propio gobierno había disuelto las aéreas especificas pedagógicas, contenidos audiovisuales, base de cientos de libros, programas propios de química, matemáticas y astronomía, manejo de un sistema operativo libre, Huayra, programa premiado en todo el mundo, uno de los hitos de la soberanía tecnológica. No hay duda, faltó continuidad, falló la ejecución del mismo en las escuelas, además de proveerlas de las herramientas necesarias como internet con conexión constante y fluida.
En momentos de Covid-19, resulta interesante cuestionar si el programa “conectar igualdad” hubiera seguido vigente en estos días, no habría sido un placebo para los/as docentes y familias.
Hoy estamos en nuestros hogares tratando de llevar a cabo el acto educativo. Planificamos para un año lectivo con alumnos de carne y hueso. Sin embargo en este momento lo estamos haciendo para alumnos virtuales que, en la mayoría de los casos no conocemos. Muchos ignorábamos las herramientas tecnológicas que el mundo virtual nos provee, en este contexto estamos aprendiendo también. Y es en este contexto en donde nos llega la preocupación de aquellas familias que no tienen acceso ni conocimiento tecnológico. Surgen dudas, se problematiza, consultamos a nuestros colegas y directivos, se soluciona sobre la marcha. Ellos y nosotros nos sentimos agobiados por la incertidumbre de no saber sobre el futuro inmediato.
Si hay algo en lo que estamos de acuerdo docentes y Estado es que la escuela es irremplazable, pero debemos interpelamos sobre qué lugar ocupa cada uno en estas situaciones. Así mismo valorar el carácter público de la escuela, como bien de la sociedad y darnos cuenta de cómo se vive por unas semanas sin escuela, nos recuerda la importancia de las mismas, con sus pupitres, recreos, comedores, pizarrones y docentes.
La adolescencia es un momento de transición entre el niño y el adulto. Muchos jóvenes ven en nosotros a un consejero, alguien en quien confiar aquello que “no puedo contar en casa “. Los docentes escuchamos, contenemos, aconsejamos, acompañamos, también compartimos una golosina porque “hoy no comí en casa”. Por eso mismo la importancia de la escuela radica en que en ella no solo sucede el aprendizaje también hay un sin número de relaciones que allí se promueven.
Cuando el hambre golpea la puerta, también la escuela pública se encarga de satisfacer esa necesidad. El docente es solidario por naturaleza, y hoy también repartimos bolsones de alimentos.
La escuela siempre fue, es y será el nexo entre la sociedad y la necesidad por lo tanto no se puede vivir sin ella. Y si el Estado siempre se apoya en ella, debe saber que puede contar con nosotros los docentes. Ahora, ¿los docentes podemos contar con el Estado?
El desafío entonces deberá basarse en implementar nuevas políticas educativas que apunten a achicar las diferencias tecnológicas, igualando el acceso a todos los servicios digitales, modernizando la educación pública que en estos momentos tiende a ser obsoleta para las generaciones venideras, que en estos momentos tiende a ser obsoleta. También debemos aprovechar los procesos digitales para disminuir desigualdades sociales y mantener una educación de calidad dando la posibilidad de brindar herramientas para el futuro próximo.
Espero que el balance sea positivo y salgamos fortalecidos y reinventados con los mecanismos adecuados para entender que la escuela ocupará un lugar esencial en la sociedad.
Claudia Ortiz
Profesora de Geografía y Ciencias Sociales.