Hablar de política hoy en día no es fácil. Parejas que se separan, familias que ya no se reúnen, amigos que se distancian, son algunas de las consecuencias de este fenómeno al que llamamos “La Grieta”. Pero ¿Es acaso una manifestación de estos últimos años?
Remitámonos al Siglo XIX por un momento. La sociedad rioplatense recién empezaba a escribir su historia. Y desde el llano nos podemos encontrar con grandes disputas: a favor de la corona española o en contra, que Saavedra o Moreno, Unitarios o Federales.
Acercándonos un poco a nuestra época. La década del `70. El país se dividía entre radicales y peronistas. Familias que ya no se juntaban para Navidad, amigos que no se reúnen más en la esquina. Similar ¿No?
La historia argentina parece estar marcada en cada momento por una especie de River-Boca. Una polarización constante, en donde los matices parecen no existir. Hoy la cuestión es kirchnerismo o macrismo, pero parece ser que siempre encontramos una excusa para librar nuestras pasiones.
Me tomo la licencia de caer en una frase trillada, pero creo que debemos enfocarnos en la búsqueda de la unión, la paz y no la constante confrontación. Gobierne quien gobierne, gane quien gane el super clásico. Porque esto, la grieta, no es más que una vulgar estrategia política. Dividir para gobernar, plantear un enemigo para hacerse fuerte.
Y no es una sensación. Se siente en las calles, en los negocios, en los colectivos. La gente se mide al hablar, tratando de no decir nombres propios o haciéndolo en susurros, como si se dijera un secreto. En las aulas los profesores evitan hablar de política. Para evitar problemas, dicen. En eso nos transformó la grieta. En una sociedad donde discutir e intercambiar ideas y/o posturas es “generar problemas”.
En términos políticos, la grieta es la vedette de las estrategias. Y de las más efectivas de la historia quizás. Porque, no olvidemos, están los que se benefician con esto. Es que la polarización y esa falsa idea de que solo hay dos opciones, desprestigiando mientras al resto de los actores de la vida política argentina, tienen una alta efectividad de cara a los comicios. “O son ellos, los malos, o somos nosotros, los buenos”. Esa frase, así de sencilla como se ve, termina siendo un factor determinante en una sociedad gobernada por el fanatismo. La decisión del votante ya no pasa por si le gusta tal o cual candidato, tal o cual idea; si no que hoy en día se vota “para que no gane este”.
No, no son los Montesco y los Capuleto, son nuestros políticos. Es que parece una estrategia sacada de la brillante obra de Shakespeare, “Romeo y Julieta”. Sin embargo, como les he comentado en toda la nota, la historia argentina está marcada a sangre por distintas disputas entre dos ideologías.
Ya lo decía José Hernández, en el Martin Fierro: “Los hermanos sean unidos, esa es la ley primera. Tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos se pelean, los devoran los de afuera.” Y a pesar de que estos escritos tienen algo más que 140 años, la vigencia de sus palabras está intacta como el primer día ¿Podremos los argentinos unirnos? ¿O nos devoraran los de afuera?