#MenstruAcción
Este pasado 8 de Marzo, las mujeres salieron a la calle. No fue acá en Argentina solamente: fue global. Desde muchos rincones del mundo se celebran los logros políticos, económicos, sociales e históricos de las mujeres. En algunos países es inclusive feriado laboral para el género femenino. Pero al menos, acá en Argentina, el tan aclamado 8 de Marzo no es un día de rosas o bombones: es un día de lucha. Es un día de salir a la calle, marchar, reclamar, hacerse oír.
Se lucha porque una mujer muere cada dieciocho horas por el sólo hecho de ser mujer, porque los varones cobran más por realizar una misma tarea, por el acoso callejero asquerosamente naturalizado como piropo, por la trata, por estándares de belleza enfermizos, por todas las personas gestantes que mueren por consecuencia de un aborto clandestino. Entre todas estas luchas diarias, que se hacen ver cada vez más y con especial fuerza en la Marcha del 8M, está la del estigma que rodea a la menstruación.
Existe una frase anónima que dice “la menstruación es la única sangre que no nace de la violencia, pero es la que más asco te da”. Cuánta verdad. Si te manchas, no podes salir. Porque hay poca información en los colegios. Porque da vergüenza pedir una toallita. Porque todavía preguntan “ay, ¿te vino?” para justificar nuestro enojo y menospreciar nuestros sentimientos. Porque una vez por mes llevamos un secreto que no debería pesar, pero lo hace.
Por siglos se consideró a la menstruación como una enfermedad, una cosa del demonio. De hecho todavía hoy en día, en pleno siglo XXI, en países con condiciones más extremas de vulnerabilidad se aísla de la comunidad a una mujer menstruante. Estas mujeres, que ya de por sí usan cualquier cosa a modo de apósito, o literalmente nada de nada, se ven muchísimo más propensas a enfermedades o infecciones.
Sin irnos más lejos, en nuestro país, los apósitos femeninos cuentan con un impuesto de IVA del 5%. El cinco puede parecer un número chiquito, pero para las mujeres en situaciones de pobreza, un cinco son los casi siete mil metros que mide el Aconcagua. Por eso, la organización “Economía feminista”, este 8M realizó una campaña que llamó a la sororidad: #MenstruAcción. Durante todo el día, a lo largo de la marcha, quienes quisieran podían acercar tampones o toallitas a la esquina de Reconquista y Rivadavia. Estos insumos tan necesarios luego fueron dados desinteresadamente a quienes no pueden acceder a ellos.
Destacaron entre las donaciones cuarenta toallitas reutilizables, hechas a mano. Están hechas de algodón y un material eco-friendly impermeable que impide el paso de la sangre a la ropa interior. Al ser lavables, impiden el gasto mensual de la toallita estándar de plástico. También se donaron copas menstruales, un pequeño aparato de silicona médica que se inserta en la vagina y recoge todo el flujo en su interior. Cada diez horas debe ser extraída, vaciada y lavada. Al final del sangrado, se esteriliza con agua hirviendo y se guarda hasta el mes siguiente. Una sola copa bien cuidada puede durar hasta quince años. Esto es particularmente útil para mujeres en situación de calle.
La campaña #MenstruAcción también cuenta con dos proyectos de ley. El primero busca la entrega de productos de higiene menstrual en forma gratuita en hospitales, otros centros de salud e instituciones educativas para toda mujer a partir de la preadolescencia. También incorporada la asistencia médica necesaria a los cuerpos menstruantes y jornadas de capacitación en el tema. El segundo proyecto espera poder eliminar el Impuesto al Valor Agregado de los productos como toallitas y tampones.
Hoy en día vivimos en una sociedad que pornifica a la mujer y denigra, o peor, ni siquiera acepta la existencia de la menstruación. Es, como dijimos antes, la única sangre que no nace de la violencia sino de un proceso natural para los cuerpos femeninos, como lo es respirar para toda la raza humana. Es más fácil vender lo que está entre las piernas de una mujer que explicar lo que pasa dentro suyo. La naturaleza no es bella sino repugnante.
Ninguna mujer debería seguir creyendo que su período es algo vergonzante. Ninguna mujer debería quedar fuera de su lugar de rezo, de su comunidad. El dolor menstrual no debería ser censurado sino tratado con respeto, como cualquier otro. Ninguna mujer merece sentir que su biología es asquerosa.
Tomemos acción y empoderemos a las mujeres.
Sofía Garza